Durante los días previos a este “fin de semana extra largo”, abundaron los balances sobre los primeros 100 días de Gobierno de Javier Milei. La cifra no es convocante sólo por su esfericidad: la ciencia política y la comunicación política la estudian con fruición. Un texto emblemático, precisamente, se titula “100 días, 1 imagen”, del consultor en estrategia electoral Pau Canaleta.
Que este lapso representa la máxima “luna de miel” entre gobernantes y gobernados es por demás conocido. Al igual que el hecho de que estos primeros tres meses son también el momento más apropiado para emprender acciones duras, ya que se cuenta con mayor apoyo popular y es cuando mejor puede explicarse la necesidad de estas acciones. Como todavía no tiene “pasado”, la nueva gestión puede hablar sobre el futuro sin el lastre de tener que explicar qué es lo que ha hecho.
Sin embargo, el autor catalán va más allá en el análisis de ese período inicial. Sostiene (desde el título) que el oficialismo dispone de ese margen temporal para instalar a toda nueva gestión en la mente de los ciudadanos. La finalidad es crear la imagen del gobierno que nace. Para vender la mayor expectativa posible respecto de lo que pretende la flamante administración. Es el período para “la foto” con que quiere ser identificada la nueva gestión.
A esa imagen, puntualiza Pau Canaleta, la configuran el propio gobierno que asume, los medios de comunicación, los líderes de opinión. los ciudadanos altamente politizados o “activos” y, nada menos, la oposición. Los adversarios son, entonces, un ingrediente sustancial en la receta. Dicho de otro modo: la oposición, durante este “fin de semana extra largo”, ha cumplido 110 días. ¿Cuál es la “foto” que ha dejado en este tiempo? Esa imagen también construye y explica la de Milei.
Brújulas y pantanos
Hay una primera constante en la escena nacional. El Gobierno libertario ha expuesto una dirección: ha dicho hacia dónde va. El “déficit cero” es un “norte” oficialista y buena parte de las medidas se justifican respecto de esa meta. Por supuesto, esto no significa que esas decisiones sean pasión de multitudes. Decenas de veces se ha avisado aquí que la falta de un plan de corto plazo para atender a los sectores arrasados por el ajuste es el mayor déficits de la gestión. El cuarto gobierno “K” dejó casi 20 millones de argentinos en la pobreza. Luego, este Gobierno dispuso una devaluación del 120% apenas asumió. El pico inflacionario de diciembre fue del 25,4%. El de enero, del 20,6%. El de febrero, del 13,2%. Se espera que el de marzo ronde este último valor. No se necesita de futurólogos para advertir que la pobreza, en este primer trimestre, alcanzó niveles dignos de la alarma social.
Tampoco el oficialismo libertario es un dechado de coherencia. El Presidente dio su discurso de asunción de espaldas al Congreso, porque su “imagen” es la de un castigador de la “clase política” corrupta. Pero persignarse contra “la casta” en las escalinatas del Poder Legislativo para luego impulsar como vocal de la Corte a Ariel Lijo, todo un juez de “la casta”, es un dislate. El video oficial sobre “Memoria, Verdad y Justicia completa” fue otro despropósito: en la versión libertaria de la última, criminal y genocida dictadura militar no hubo secuestros, torturas ni desapariciones por parte de los militares que, golpe de Estado mediante, se instalaron casi ocho años en el poder.
Ahora bien, en la vereda del frente, las fuerzas políticas que compitieron en 2023 contra La Libertad Avanza, ni siquiera alcanzan a comportarse erráticas. Se encuentran, directamente, empantanadas.
El peronismo está en crisis. La aserción no debería sorprender: todo proyecto político sufre un cimbronazo tras perder una elección. Pero en el caso de este movimiento, la conmoción no sólo se debe a la derrota electoral. Por caso, ya vivieron eso en 1983, en 1999 y en 2015. La diferencia, ahora, es que el gobierno de Alberto Fernández sepultó un apotegma partidista que, aunque antidemocrático, era políticamente inapreciable: “sólo el peronismo puede gobernar la Argentina”.
Por estos días, el PJ está signado por una doble búsqueda incesante. Por un lago, busca a quién culpar del desastre de la última gestión. El Gobierno de Milei le administra a la opinión pública, en dosis diarias, los detalles sobre los despilfarros y la corrupción kirchneristas, así como sus oprobiosas consecuencias. Luego de que el Indec diera a conocer las cifras pandémicas de la pobreza con las que dejó al país el gobierno pasado, el ex ministro de Economía Martín Guzmán acusó a su sucesor, Sergio Massa, de haber generado 1,5 millón más de pobres con sus políticas. Los massistas le respondieron malamente. Todo un nuevo capítulo en la cacería de algún chivo expiatorio.
La segunda búsqueda es la de un conductor. “Creo que todavía el peronismo está muy en la boludez de discutir liderazgos. 'Bueno y ahora ¿quién queda?'. Que si es un gobernador, si es Máximo, si es Axel… La verdad que no es momento de discutir liderazgos, creo que hay que discutir otras cosas”, disparó Malena Galmarini. Controvertida en la administración de Aysa, y fallida en su candidatura a intendenta de Tigre, no se le puede negar la economía de ejemplos políticos de sus definiciones.
El radicalismo dista mucho de estar mejor. En el tratamiento del DNU 70/2023 en el Senado, en lugar de manifestarse como un partido político, se comportó como si fueran tres. Hubo senadores que votaron a favor, otros que abstuvieron y otros que votaron en contra. Precisamente, entre estos últimos se encuentra el presidente del Comité Nacional, Martín Lousteau. El ex ministro de Economía de la primera presidencia de Cristina Kirchner, autor de la inolvidable “Resolución 125” (las “retenciones móviles” a la exportación de granos pusieron en pie de guerra al campo argentino) no sólo se convirtió en el crítico más acérrimo de la Casa Rosada, sino en el mayor adversario de los intereses de los gobernadores radicales, desesperados por concertar acuerdos con la Nación.
Finalmente, el PRO tampoco encuentra brújula. Nacido en el todavía joven siglo XXI, este partido que se ofreció como un espacio para la renovación de la política acaba de colocar otra vez en su conducción a Mauricio Macri. Esta contradicción, por cierto, es anecdótica frente al limbo en que se encuentra su dirigencia: ¿dónde se encuentran, exactamente, respecto del oficialismo libertario? ¿Adentro, como propone la ministra de Seguridad Patricia Bullrich; afuera, como reivindica Macri; a medio camino, como se muestran en los hechos los bloques parlamentarios?
Eso sí: a pesar del pantanal, esta oposición sin rumbo le propinó dos derrotas al oficialismo. En Diputados, frustró la “Ley Ómnibus”. En el Senado, rechazó el DNU 70/2023. Esto expone la impericia política del oficialismo, así como la pésima factura de sus principales iniciativas.
A la vez, activa una advertencia de Pau Canaleta: que lo que vaya a hacerse en los 100 días iniciales no se convierta en el catalizador de la movilización, ni mucho menos de la unidad, de los adversarios.